viernes, 21 de noviembre de 2014

Chica de oro, corazón de platino

Rocío Velázquez Olarte, primera riojana en pelear y ganar a pleno contacto

La chica de oro con los pies en la tierra

El papel de la mujer en el deporte va adquiriendo más repercusión en la sociedad. Cada vez son más los medios que dedican parte de sus contenidos a este género. Lo difícil es cuando a esto hay que añadirle la práctica de un deporte minoritario, como es en este caso el kickboxing.

RocíoVelázquez Olarte es licenciada en magisterio, pero es más conocida por sus éxitos en el kickboxing. Acumula en su brillante palmarés un subcampeonato mundial, un campeonato mundial por equipos, 16 campeonatos nacionales e incontables platas y bronces nacionales. Como buena luchadora, nunca pierde de vista el oro y entrena duro para no caer de la cima. Pese a ello, sus palabras no dejan de ser humildes y cercanas.
En una gélida tarde de otoño típica de Alberite, el pueblo de la campeona, con la seguridad en sí misma que la caracteriza, la luchadora comenzó a contar sus prematuros inicios en este deporte.
Rocío Velázquez confesó que “bailaba en la sala de al lado danzas regionales y veía entrenar a los luchadores todos los días”. Se quedaba en los barrotes de la sala contigua mirando “a ver cómo lo hacían”. Le insistía arduamente a su madre que le apuntara, “hasta que al final lo conseguí”. Claro que, al principio no contaba con el beneplácito de sus padres porque “era muy chicazo y siempre estaba jugando al fútbol”. Rocío Velázquez quería dejar de bailar para pegarse e insistía una y otra vez, “¡yo quiero pegarme, quiero pegarme!”.
A la sociedad le cuesta creer que esta joven practique este deporte, puesto que según afirma ella, “al principio no se lo creen porque no lo aparento”, eso sí, “luego ya les gusta y me ven haciéndolo”.
Velázquez es la viva imagen de un deporte que está cambiando, puesto que cada vez son más las mujeres que practican el kickboxing, pero sin olvidar que el papel femenino sigue siendo “minoritario”. Acostumbrada desde pequeña a entrenar con varones, la luchadora afirma que le “tratan y  pegan con la misma fuerza, como si fuera uno más”.

Pese a una vida de sacrificio y entrega hacia este deporte, Rocío Velázquez cuenta que en este país no se puede vivir del kickboxing, “y menos una mujer”, puntualiza. “Este deporte no es tan mediático como el fútbol y es imposible vivir de esto”, confiesa la luchadora. Hay becas insuficientes, te dan 1000€ al año, pero para ello tienes que conseguir medalla. “Eso no te sirve para nada, porque luego te tienes que pagar los campeonatos y todo eso”, cuenta Velázquez impotente.
Una trayectoria marcada por los éxitos no es sinónimo de una trayectoria fácil. Rocío ha pasado momentos duros a lo largo de su carrera, puesto que se enfrentó a situaciones en las que su continuidad en el deporte corrió peligro. “El gimnasio se iba a disolver y pensábamos que no íbamos a poder hacer más kickboxing con el mismo entrenador. No iba nadie a entrenar y fue un año muy malo”. Ningún camino de rosas conduce a la gloria y Rocío es el claro ejemplo de ello, la constancia, la fuerza de voluntad, la autoexigencia y el hacer lo que le gusta, le han convertido en una luchadora única. Pese a golpes malos y situaciones adversas, cuenta su trayectoria con orgullo, satisfacción y una gran sonrisa.
     Aunque ha llegado a lo más alto en este deporte no se olvida de una figura muy importante para ella, su entrenador José Ignacio Muñoz, al que desde pequeña llama Nacho. Una persona para la que Velázquez solo tiene buenas palabras. “Lo considero como un amigo o como un familiar y al que conozco desde pequeña. No considero que pudiese cambiar de entrenador con mucha facilidad, porque es algo más que un entrenador” afirma con orgullo la luchadora.


   Finalmente la campeona anima a todos aquellos que piensan que el kick boxing es un deporte para macarras o camorreros, a que “vayan un día al gimnasio y lo prueben”.

Enrique Olmedo Heras y Álvaro Ruiz Pérez 

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